viernes, 23 de abril de 2021

Escritora invitada: Raquel Fernández- Avellaneda

 AUTORRETRATO V

                          

Me gustan las novelas rusas,
los cuentos tradicionales alemanes
y la poesía,
venga de donde venga.
Me gustan los amaneceres,
porque alguien me dijo una vez
que los muertos amados despuntaban con el sol
y podía verlos convertirse en luz,
en día.
Me gustan las amapolas
pero siempre me fueron esquivas.
Me gustan los hombres
que no se asustan de mi tristeza
y me tocan con los ojos
cuando me desvisto en sueños.
Me gusta París, aún sin conocerla.
Me gustan Los Beatles y los gatos.
Me gusta escribir
aunque en mi casa me digan
que escribir no sirve para nada
y que el arte va a desaparecer
más temprano que tarde.
Como los dinosaurios.
Como los pájaros dodo.
Como todo, podría contestar.
Pero me gusta quedarme callada
cuando tengo razón
y vociferar cuando no la tengo.
Me gusta creer que hay un lugar
donde las cicatrices se convierten en relámpagos.
e iluminan
cada paso dado hacia atrás en la memoria.
Y los recuerdos cobran vida,
y yo vivo con ellos,
y ahí estoy, otra vez,
susurrándole en el oído
a mi hermanito entredormido
que soy la voz de su conciencia.
Ahí estoy, pintándome la boca
para salir al encuentro
de algún amor pasajero
que vino con la lluvia
y se fue sin dolor,
como una flor que se marchita
después de encender el jardín,
naturalmente.
Me gusta el mar.
Me gusta imaginar que vengo del mar.
Que soy una sirena que cambió su voz
por un par de piernas que, al final,
no la llevaron a ningún lado
(y por eso mis poemas desafinan,
no logran, jamás,
la armonía que quisiera impregnarles).
O una selkie que perdió su piel de foca
y añora un océano vedado.
Me gustan ciertas palabras,
que son como campanas.
Me gustan ciertas campanas
cuando me llaman
a la misa del cuerpo
(cada vez más escasa,
cada vez más formal
y menos fiesta).
Me gusta imaginar que vengo del mar.
Y que vuelvo al mar
un día de éstos.

©Raquel Graciela Fernández
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