* Romper un
espejo
Simbolismo: En
los espejos se traducía el alma y también la conexión con lo divino y si se
rompía esto, era símbolo de desconexión con el “yo interior”.
"¿Qué
se ve en un espejo que se mira en otro espejo? ¿Lo sabes tú, Señora de los
Deseos, la de los Ojos Dorados?"
La pregunta la
hace el Viejo de la Montaña Errante en la novela de Michael Ende, "La
historia interminable", y ayuda a resumir la vieja fascinación del hombre
por ver su reflejo.
El trastorno
psiquiátrico que lleva a esta joven a verse fea en el espejo
El truco que
utilizaba Rembrandt para pintar sus alabados autorretratos
Y desde el
antiguo Egipto hasta la fecha, los espejos han sido un instrumento útil, desde
para comprobar que estás vestido para la ocasión hasta como poderoso aliado a
la hora de ensayar los gestos que acompañan un discurso.
Los primeros
surgieron del arte de pulir metales como el bronce o la plata, pero después,
casi en el siglo XIII, comenzaron a fabricarse con una lámina de aluminio
cubierta por vidrio y se volvieron la mejor manera de "verse como las
otras personas nos ven".
En la antigua
Grecia, no solo eran un medio para revisar el lápiz labial, sino también
portales para el alma. Entonces, puedes imaginar qué mal presagio sería
romper uno.
Aunque los
orígenes exactos de la creencia son inexactos, la tradición potencialmente
centenaria se aferra a la idea de que un espejo es una proyección de la
apariencia y el alma de uno.
Sin embargo,
fueron los romanos quienes nos dieron la idea de que traería siete años de mala
suerte. Para ellos la vida se daba en ciclos de siete años. (También
hay una superstición que afirma que si se rompe en fragmentos pequeños, su mala
suerte será menor que si se rompe en pedazos grandes).
Con el tiempo
surgió el mito de que al romper un espejo, el alma se quedaría encerrada entre
los pedazos rotos durante siete años.
Sin embargo,
una forma de evitar el maleficio era recoger todos los pedazos, juntarlos en
una bolsa de papel o de tela y botarla a un río caudaloso, para que se lleve
lejos la mala suerte, o enterrarla bajo la tierra.
Otras teorías
expresan que las supersticiones con respecto a los espejos comenzaron cuando
los primeros hombres vieron sus reflejos en los estanques y creyeron que eran
espíritus o almas, o alguna parte esencial de ellos mismos, que también podía
ser dañada. Romper esa imagen equivalía a lastimar a su otro yo.
Como paganos,
es comprensible que los romanos temieran el poder de la reflexión, pero fueron
un paso más allá: vincularon la duración de esta desgracia con su creencia en
la renovación de la vida.
Los romanos
creían que la vida tardaba siete años en renovarse, por lo que pensaron que si
una persona ya era tan desafortunada o enferma, el reflejo de esa persona en el
espejo haría que el espejo se rompiera en pedazos y solo después de siete años
podría esa persona regresar a su vida afortunada normal.
(Investigación-fuentes:
bbc.com, muy interesante.com)
Silvia Vázquez
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