viernes, 10 de diciembre de 2021

Escritoras: Gioconda Belli



         ¡FELIZ CUMPLEAÑOS, GIOCONDA!


(Managua, Nicaragua, 9 de diciembre de1948) Es autora de una obra poética de reconocido prestigio internacional, por la que ha recibido el Premio Mariano Fiallos Gil, el Premio Casa de las Américas, el Premio Internacional Generación del 27 y el Premio Internacional Ciudad de Melilla. Su primera novela, La mujer habitada (1988), ha sido traducida a once idiomas con enorme éxito, especialmente en Italia o Alemania, donde ha superado el millón de lectores en veinticinco ediciones y ha obtenido el Premio de los Bibliotecarios, Editores y Libreros a la Novela Política de 1989 y el Premio Anna Seghers de la Academia de las Artes. También es autora de las novelas Sofía de los presagios (1990), Waslala (1996; Seix Barral, 2006) y El pergamino de la seducción (Seix Barral, 2005), y de El país bajo mi piel (2001), sus memorias durante el periodo sandinista.



Tras terminar sus estudios de arquitectura en Europa, Lavinia regresa a Latinoamérica para emprender su camino como mujer independiente. Pero sus planes cambian cuando conoce a Felipe, con quien establece una profunda relación sentimental. A su lado le llega la oportunidad de implicarse en las luchas populares y los movimientos de liberación de la dictadura de su país, conectando de ese modo con Itzá, una indígena que luchó contra los invasores españoles y que ahora despierta reencarnada en un naranjo para acompañar, apoyar e inspirar a Lavinia. Gioconda Belli narra con poesía e inteligencia una historia tan antigua y apasionante como el mundo: el amor entre un hombre y una mujer, y la lucha de un pueblo por la libertad.

Amor de frutas

Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;

Tu cuerpo son todas las frutas.

Te abrazo y corren las mandarinas;
te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce de las naranjas
y en tus piernas el promegranate
esconde sus semillas incitantes.

Déjame que coseche los frutos de agua
que sudan en tus poros:

Mi hombre de limones y duraznos,
dame a beber fuentes de melocotones y bananos
racimos de cerezas.

Tu cuerpo es el paraíso perdido
del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.

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