Foto: Inst. Goethe |
Bolivia cuenta
con una rica tradición oral. Está manifestada en mitos, leyendas, cuentos, que lamentablemente
por falta de políticas de Estado no son difundidas como corresponde.
La población
boliviana, compuesta en su mayoría por indígenas y mestizos, enriqueció la literatura nacional con diversos
matices, para convertirla en lo que apreciamos en la actualidad: una literatura
rica, oriunda de las tierras bajas :Amazonia, de los valles y de los Andes
bolivianos. La literatura de Bolivia se encuentra en un proceso de crecimiento,
añadiéndose a los nombres canónicos como Adela Zamudio, Óscar Alfaro y Franz
Tamayo otros de autores recientes.
Si nos
remontamos a la literatura del siglo
diecinueve, hablaremos de Adela Zamudio, nacida en 1854 en La Paz:
Dirigió la primera escuela laica de Bolivia en La Paz y fundó la primera
escuela de pintura para mujeres en 1911.
Posteriormente una para niños en los arrabales de la capital.
Bolivia celebra
el día de la mujer por esta escritora que murió en 1928 en Cochabamba. Adela
Zamudio luchó con firmeza por la emancipación social e intelectual de la mujer,
por dar prestigio a la idea de feminidad; y aunque su rebeldía estuvo
inextricablemente ligada a unos altos principios cristianos, fue combatida de
forma feroz tanto por las autoridades eclesiásticas como por las civiles, hasta
suscitar una célebre polémica nacional en la pacata sociedad boliviana que le valió
el solidario apoyo de gran parte de los mayores escritores de su país.
El lugar más
destacado entre la producción poética de Zamudio lo ocupa la obra Ensayos
poéticos, publicada en Buenos Aires en 1887, con un prólogo de Juan José García
Velloso. En las veinticuatro composiciones contenidas en este poemario aparecen
reflejados todos los temas recurrentes de la escritora -la vida, la naturaleza,
las cuestiones filosóficas, los sentimientos y la mujer-, expresados en el
estilo armonioso y espontáneo que caracterizaron una escritura entre tierna y
pesimista, aunque también altiva y rebelde. Su siguiente libro de poemas,
Ráfagas, se publicó en París en 1913.
Obtuvo el reconocimiento que también alcanzaron, en
un periodo de la lírica hispanoamericana sumamente fértil en voces femeninas,
otras poetisas como la dominicana Salomé Ureña, la argentina Alfonsina Storni,
la salvadoreña Claudia Lars y las uruguayas María Eugenia Vaz Ferreira, Delmira
Agustini y Juana de Ibarbourou.
A continuación una
de sus obras:
AMANECER
Mundo
carnal, la primavera,
resina en
los dedos, pegajosos
después
de abrazar el árbol de palma y
la
corteza pegada,
con un
toque de rojo y los ojos
velado
por la tristeza, la prohibición
se puede
descubrir el centro
del
corazón.
¿Cuál fue
mi voluntad
pero
subir a los árboles,
llegar a
la cima
y ver las
estrellas por la noche
brillando
en silencio?
Se
despertó en el mundo, ahora amanece
y sin su
voluntad se queda atónito,
la pereza
infinita, la soledad
de
nuestro manantial infinito
alegría
que exhala esta amenaza,
esta
melancolía.
Nos acercamos más
a la actualidad y hablamos de un escritor de solo 54 años, Edmundo Paz Soldán,
nacido en Cochabamba. Se educó en la Universidad de California , es profesor de
Literatura Latinoamericana en la Universidad de Cornell. y recibió el premio
Guggenheim en Artes, América Latina y Caribe . Escribe novela cuento y ensayo También fue guionista de la
película Wednesday Afternoon.
Es autor de
once novelas, entre ellas Río Fugitivo (1998), La materia del deseo (2001),
Palacio Quemado (2006), Norte (2011), Iris (2014), Los días de la peste (2017)
y Allá afuera hay monstruos (2021).
La novela “Allá
afuera hay monstruos” narra la historia de una preadolescente que se enfrenta a
una fatídica epidemia además de ser testigo del turbulento escenario político y
social provocado por la crisis sanitaria.
Sus libros de
cuentos son: Las máscaras de la nada (1990), Desapariciones (1994) –reunidos
como Desencuentros en esta misma editorial–, Amores imperfectos (1998), Billie
Ruth (2012), Las visiones (2016) y La vía del futuro (2021), estos tres últimos
publicados en Editorial Páginas de Espuma. Ha coeditado los libros Se habla
español (2000) y Bolaño salvaje (2008). Sus obras han sido traducidas a once
idiomas, y ha recibido numerosos premios, entre los que destaca el Juan Rulfo
de cuento (1997) y el Nacional de Novela en Bolivia (2002).
Sus novelas han
sido traducidas a doce idiomas.
Otros autores
contemporáneos bolivianos son Renato Prada Oropeza, Ricardo Jaimes Freyre,Rodrigo
Urquiola Flores, Ronnie Piérola Gómez, Sergio Suárez Figueroa, Víctor Hugo
Arévalo Jordán, Víctor Montoya,Jesús Urzagasti.
LA PUERTA
CERRADA, un cuento de Edmundo Paz Soldán (Bolivia, 1967)
Acabamos
de enterrar a papá. Fue una ceremonia majestuosa; bajo un cielo azul salpicado
de hilos de plata, en la calurosa tarde de este verano agobiador. El cura
ofició una misa conmovedora frente al lujoso ataúd de caoba y, mientras nos
refrescaba a todos con agua bendita, nos convenció una vez más de que la
verdadera vida recién comienza después de ésta. Personalidades del lugar
dejaron guirnaldas de flores frescas a los pies del ataúd y, secándose el
rostro con pañuelos perfumados, pronunciaron aburridos discursos, destacando lo
bueno y desprendido que había sido papá con los vecinos, el ejemplo de amor y
abnegación que había sido para su esposa y sus hijos, las incontables cosas que
había hecho por el desarrollo del pueblo. Una banda tocó “La media vuelta”, el
bolero favorito de papá: Te vas porque yo quiero que te vayas, / a la hora que
yo quiera te detengo, / yo sé que mi cariño te hace falta, / porque quieras o
no yo soy tu dueño. Mamá lloraba, los hermanos de papá lloraban. Sólo mi
hermana no lloraba. Tenía un jazmín en la mano y lo olía con aire ausente. Con
su vestido negro de una pieza y la larga cabellera castaña recogida en un moño,
era la sobriedad encarnada.
Pero ayer
por la mañana María tenía un aspecto muy diferente.
Yo la vi,
por la puerta entreabierta de su cuarto, empuñar el cuchillo para destazar
cerdos con la mano que ahora oprime un jazmín, e incrustarlo con saña en el
estómago de papá, una y otra vez, hasta que sus entrañas comenzaron a salírsele
y él se desplomó al suelo. Luego, María dio unos pasos como sonámbula, se
dirigió a tientas a la cama, se echó en ella, todavía con el cuchillo en la
mano, lloró como lo hacen los niños, con tanta angustia y desesperación que uno
cree que acaban de ver un fantasma. Esa fue la única vez que la he visto
llorar. Me acerqué a ella y la consolé diciéndole que no se preocupara, que
estaría allí para protegerla. Le quité el cuchillo y fui a tirarlo al río.
María
mató a papá porque él jamás respetó la puerta cerrada. Él ingresaba al cuarto
de ella cuando mamá iba al mercado por la mañana, o a veces, en las tardes,
cuando mamá iba a visitar a unas amigas, o, en las noches, después de
asegurarse de que mamá estaba profundamente dormida. Desde mi cuarto, yo los
oía. Oía que ella le decía que la puerta de su cuarto estaba cerrada para él,
que le pesaría si él continuaba sin respetar esa decisión. Así sucedió lo que
sucedió. María, poco a poco, se fue armando de valor, hasta que, un día, el cuchillo
para destazar cerdos se convirtió en la única opción.
Este es
un pueblo chico, y aquí todo, tarde o temprano, se sabe. Acaso todos, en el
cementerio, ya sabían lo que yo sé, pero acaso, por esas formas extrañas pero
obligadas que tenemos de comportarnos en sociedad, debían actuar como si no lo
supieran. Acaso mamá, mientras lloraba, se sentía al fin liberada de un peso
enorme, y los personajes importantes, mientras elogiaban al hombre que fue mi
padre, se sentían aliviados de tenerlo al fin a un metro bajo tierra, y el
cura, mientras prometía el cielo, pensaba en el infierno para esa frágil carne
en el ataúd de caoba.
Acaso
todos los habitantes del pueblo sepan lo que yo sé, o más, o menos. Acaso. Pero
no podré saberlo con seguridad mientras no hablen. Y lo más probable es que lo
hagan sólo después de que a algún borracho se le ocurra abrir la boca. Alguien
será el primero en hablar, pero ése no seré yo, porque no quiero revelar lo que
sé. No quiero que María, de regreso a casa con mamá y conmigo, mordiendo el
jazmín y con la frente húmeda por el calor de este verano que no nos da
sosiego, decida, como lo hizo antes con papá, cerrarme la puerta de su cuarto.
(transmitido en "Radio Sentires del pueblo" -Merlo, diciembre 2021-Programa "Indoamérica" de Pericles)martes de 18 a 20 hs
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