viernes, 25 de octubre de 2019

Cuento: Es nuestro trabajo

Jessica caminaba con su mochila repleta de libros. Recién había salido de la escuela. Era un  buen lunes. Aprobó historia después de haberse pasado el fin de semana estudiando mientras las chicas se preparaban para ir  a bailar. No quería pasarse el verano en casa encerrada. Era demasiada penitencia para ella, sin baile, sin reuniones en la casa de los amigos.
Festejaban a su manera, riéndose y  sacándose fotos en cada esquina con el celular. Posaban indiferentes a quienes pasaban a su alrededor. Sus diecisiete años florecían en su cara  tostada por el sol de la tarde. Tenía las piernas largas y torneadas, que asomaban  por debajo de la minifalda prohibida tapada por el delantal que llevaba  al colegio.

Era la tercera vez que la camioneta pasaba por al lado de ellas. Las miraban, les decían cosas . Ellas sonreían, y seguían caminando para el lado de la Márquez. Todavía era de día. Muchos autos y camiones venían del lado del norte, era la hora del regreso a casa. Todos pasaban apurados.
Cruzaron la avenida. En la estación de servicio, estaba parada la camioneta. Los muchachos se bajaron  y entraron al local. Ellas siguieron su marcha.  Melina entró a su casa a mitad de cuadra y Lorena siguió con ella hasta la siguiente esquina.

Se hizo de noche. Francisco llegó a casa temprano. Lo esperaba Nora, para abrirle el portón. Entro el auto y preguntó por Jessi.

-          No llegó todavía, me extraña que se retrase, pensé que la traías vos de paso.
-          No, no pasé por la escuela, vine directo. ¿No se habrá quedado en a casa de Melina?
-          No creo, si se queda me avisa. Ya me está preocupando.
-          Esperá que la llamo a Meli…No, ahí no está, dice que ella siguió para casa. Qué raro, ya tendría que haber llegado hace media hora.


El sol se ocultaba detrás de los eucaliptos de la autopista. Ninguna noticia de Jessi. Francisco había salido a recorrer el barrio, pero no la encontró. La lista de los teléfonos de los compañeros de curso se había terminado. En la estación de servicio, le dijeron que las habían visto pasar, pero que nada les había resultado extraño.

Ya noche cerrada, decidieron ir hasta la comisaría. Por suerte no había mucha gente esperando y el oficial los atendió rápido. Le tomó un rato explicarles que “todavía” no podían hacer la denuncia, porque aún no había pasado el tiempo legal .

Los gritos se escuchaban desde la calle. Intentaron calmarlos. Les pidieron que esperaran, que el móvil de la zona estaba dando su última vuelta del turno y que iban a ver si la veían por ahí, extraoficialmente, claro.
Pasaron unas horas. La angustia era cada vez mayor. Jessi no aparecía, y las chicas ya habían ido con sus padres hasta la comisaría a explicarles cuál fue su recorrido hasta llegar a las casas. Aparentemente nada estaba fuera de lo normal. Melina se acordó que una camioneta las había seguido antes de cruzar Márquez. Los oficiales corrieron al móvil y salieron hacia la zona de las lagunas del fondo.

La gente en las casillas de madera, salió a ver qué pasaba. Los perros ladraban al escuchar la sirena. Los policías bajaron del auto, armas en una mano y  reflector en la otra. Buscaron en medio de los eucaliptos  que rodeaban la laguna. La noche nublada les complicaba la tarea, pero no se amilanaron. Se dividieron en dos grupos. Uno fue hacia la autopista, el otro siguió buscando por el lado del relleno.

Francisco y Nora, esperaban en la comisaría las novedades. Tomados de la mano, rezaban por su hija, no era fácil contenerles el llanto, a pesar que la oficial les insistía con un té caliente para calmarlos un poco.

Nora sintió un fuerte dolor en el pecho.

-          La encontraron, se que la encontraron, le dijo a Francisco. Por favor  llamen al móvil.
-          Tranquila señora, ellos nos avisan si hay novedad.

Detrás de la fila de árboles que dividían la autopista del relleno, encontraron el cuerpo de una mujer. Estaba boca abajo, semidesnuda, morada . La dieron vuelta. Dentro de su vientre  abierto y vacío , envuelto en una bolsa del super, había un paquete con dinero y una nota que decía:

 “ Perdonen, es nuestro trabajo”.

©Silvia Vázquez

 Publicado en el libro "Rocío de palabras" 2012
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