"Somos el resultado de lo que hacemos repetidamente. La excelencia entonces, no es un acto, sino un hábito." Aristóteles
Elogio de la rutina
Santiago Kovadloff es su libro “Sentido y riesgo de la vida cotidiana”, narra sobre la importancia de ciertas rutinas, paradojalmente necesarias en estos tiempos en los que la velocidad se ha vuelto un ideal. Comenta, también, que para la humanidad que, en sus comienzos, vivía privilegiando cada día por todo lo que debía luchar para la supervivencia, habla del sedentarismo, como una “tardía conquista de la especie”. Del caos al orden, a la repetición de las tareas para poder vivir, al respeto de las rutinas necesario para forjar un futuro mejor.
Sin embargo surgió, también, el fastidio, efecto de cumplir con tantas rutinas pese a que la monotonía también puede ser creativa e, incluso, auspiciosa. La misma mesa, los mismos amigos o los mismos textos que siempre hay que volver a leer para disfrutarlos mejor, como hacer el amor.
En el diario La Nación, Ideas, (30-06 de 2019) Héctor Guyot expresó que la rutina no es mala palabra aunque algunos la consideren así porque no está bien visto transitar por el camino de lo conocido. La publicidad y el marketing apuntan a probar cosas originales, distintas. Es más, agregó que hoy todo pasa por vivir “experiencias”, por ampliar el marco de la realidad que nos ha tocado en suerte o hemos sabido conseguir. “Ser, por un momento, otro. ¿Qué mejor modo de escapar de la rutina de nosotros mismos? Las agencias de publicidad saben que hoy esas “experiencias” son el mejor argumento de venta de cualquier producto. Cuanto más extremas y disruptivas, más venden”.
De todas maneras hay otras formas de rutina. Aquellas a las que se apegan los chicos, por ejemplo. En lo personal, gracias a esas rutinas yo aprendí a leer. Es que el aprendizaje se basa, entre otras cuestiones, en la repetición que nunca es igual porque siempre surge lo distinto.
“Necesitamos reglas, patrones, valores, tanto en soledad como en compañía -dice el psicólogo canadiense Jordan B. Peterson-. Necesitamos rutina y tradición. Eso es orden. El orden puede acabar resultando excesivo, y eso no es bueno, pero el caos puede anegarlo todo y ahogarnos, lo que tampoco es bueno”.
La rutina, entonces, tiene dos caras. Una constructiva, que nos permite conferir cierto orden a nuestras horas y días. Todo cambia, pero en cada rutina elegida decidimos que algo no cambie, que se mantenga idéntico a sí mismo a lo largo del tiempo, como si fuera el cimiento que devendrá en algo mayor, convertido ya en hábito positivo que habilita un desarrollo de nuestras capacidades y nuestra personalidad. La otra rutina, de signo negativo, es aquella a la que nos aferramos o en la que caemos por miedo a lo desconocido, en medio de una resignación en la que vamos apagándonos de a poco, habiendo capitulado previamente ante el riesgo que siempre significa vivir.
En el Diccionario etimológico de Joan Corominas, el término rutina deriva de rutilante, tomado del latín rutilans, brillar como el oro, También de rutinario, romper, significado de rutina. También, costumbre de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas.
Sinónimos de rutina: costumbre, frecuencia, hábito, moda, práctica, repetición, usanza.
Decirle adiós a un amor, independientemente de la intensidad del mismo, no es algo sencillo. Es despedirse de muchas anécdotas y de experiencias compartidas además de terminar con la rutina que se tenía con esa persona. Por otra parte, siempre cuesta trabajo desprenderse de las vivencias de felicidad, tanto que muchas veces se vuelve al o la que en algún momento de la vida trajo momentos de felicidad. Como las tortugas bobas, que cada año regresan a la playa que las vio nacer. O sea, así como los animales vuelven a los lugares significativos para ellos, algunos humanos hacen lo mismo, con la diferencia de que los animales emigran por cuestiones empíricas mientras que el hombre, no.
Sigmund Freud dijo que algunas de las cosas que hacen regresar una y otra vez con la pareja anterior es por la costumbre pero no siempre por amor.
En el porvenir de una ilusión, Freud dijo que como ningún hombre cae en el espejismo de creer que la naturaleza ya ha sido conquistada y pocos esperan que alguna vez el ser humano lo logre, a mi parecer, las rutinas son una ayuda, un soporte para sobreponerse a este concepto.
En realidad, toda creencia respecto de dominar la tierra que tiembla y que, como dijo Freud, se desgarra abismando todo lo humano, el agua que todo lo anega y lo ahoga, las enfermedades y el doloroso enigma de la muerte, con estas violencias, la naturaleza se alza contra el hombre: grandiosa, cruel, despiadada y lo enfrenta a la endeblez y desvalimiento, de los que el hombre se creía salvado gracias al trabajo de la cultura.
Una de las pocas impresiones gozosas y reconfortantes que se pueden tener de la humanidad es la que ofrece cuando, frente a una catástrofe desatada por los elementos, olvida su rutina cultural, todas sus dificultades y enemistades internas, y se acuerda de la gran tarea común: conservarse contra el poder desigual de la naturaleza.
Grandes mentes de la historia y sus rutinas diarias.
Ludwig van Beethoven, comenzaba el día a las seis de la mañana, se preparaba un café, se sentaba en su escritorio y trabajaba en sus composiciones hasta las tres de la tarde, cuando almorzaba. A tarde realizaba una larga caminata a la que llevaba partituras en blanco para tomar notas sobre las ideas musicales que se le fueran ocurriendo.
Wolfgang Amadeus Mozart, empezaba el Día a las seis de la mañana y a las siete ya estaba listo para trabajar. Componía hasta las nueve de la mañana e impartía clases hasta la una de la tarde. Retomaba la composición y, luego de sus actividades sociales. Finalizaba su día componiendo hasta la una de la mañana, para luego irse a dormir y comenzar de nuevo a las seis.
Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, tenía una rutina estricta que comenzaba a las siete de la mañana, desayunando y a las ocho de la mañana dedicaba a analizar a sus pacientes, tomaba una siesta al mediodía de una hora, se levantaba y tomaba su almuerzo. Salía a caminar a eso de las dos de la tarde por los alrededores de la Ringstrasse, que es una avenida de circunvalación que rodea el centro de Viena. A las tres de la tarde retomaba las consultas y análisis de sus pacientes hasta las nueve de la noche. Luego Sigmund dedicaba una hora y treinta minutos para cenar o dar un paseo con su esposa e hija. Luego de cenar a las diez y media, retomaba sus labores y se dedicaba a leer y escribir para algunas revistas.
Charles Darwin que postuló que todas las especies de seres vivos han evolucionado con el tiempo a partir de un antepasado común, mediante un proceso denominado selección natural fue un gran científico tenía una extensa rutina diaria la cual comenzaba a las siete de la mañana, realizando un breve paseo de treinta minutos para luego desayunar.
Su jornada de trabajo comenzaba a las ocho de la mañana, era un hombre que se focalizaba mucho en sus labores. La mañana de Darwin se componía de espacios para la lectura de cartas por parte de su mujer quien en voz alta leía el correo familiar. Esta actividad se realizaba entre las nueve y treinta y las diez treinta. Luego continuaba su trabajo hasta la once y treinta de la mañana. De ahí, paseaba a su perro Polly, almorzaba, leía el periódico, escribía cartas y tomaba una siesta. Luego se levantaba y realizaba otro paseo. Todo esto lo hacía entre las doce del mediodía y las cinco y treinta de la tarde. Se tomaba unas horas para el ocio y se recostaba para escuchar a su esposa leer una novela, disfrutar de un té y jugar Backgammon hasta las nueve de la noche. Leía un libro sobre ciencia hasta la diez de la noche y se recostaba en su cama a resolver problemas hasta las doce de la noche.
Como pueden ver, los cuatro empezaban el día muy temprano y terminaban muy tarde. Pese a estar muy ocupados dedicaban un tiempo para realizar paseos, lecturas, inclusive hasta dormir, estar con la familia o amigos.
Hoy, si bien la televisión, Internet y muchas otras cosas más, ayudan para que no sea fácil cumplir con los objetivos propuestos, no impiden avanzar en los mismos. Mucho depende de la voluntad y de la pasión de cada uno, para hacer y para crear.
La importancia del hábito
La rutina en la práctica de los deportistas es esencial. También en los bailarines, músicos y artistas en general.
Los escritores solemos decir que basta con sentarse a la mesa todos los días, con una birome o una lapicera y no levantarse hasta escribir una línea. George Bataille, sostiene que lo más grave que viene sucediendo con las parejas es que, consideran al hábito en el matrimonio como lo que apaga la intensidad de la pasión y, que al erotismo repetido se le atribuía la ausencia de placer. Sin embargo, considero que sin una secreta comprensión de los cuerpos, que sólo a la larga se establece, la unión es pasajera y muy superficial. “El hábito tiene el poder de profundizar lo que la impaciencia no reconoce”.
Paloma Herrera, una de las más prestigiosas bailarinas que ha dado el país, bailarina principal del American Ballet Theatre durante 25 años, rescata la rutina, la repetición cada vez más y conoce al detalle las demandas del entrenamiento de una profesión particularmente exigente.
Empezó a bailar a los 7 años y, desde el comienzo, dijo ella, fue una pasión. La rutina era levantarse a las 6 de la mañana para tomar clases en el Colón. Iba al colegio a la tarde. Terminaba a las 5 y se iba corriendo al estudio de Olga Ferri, que fue su maestra y la acompañó siempre. Ella se quedaba después de hora para prepararse para concursos.
Es un tema que da para mucho pero, por ahora, voy a interrumpir con que Paloma Herrera, agradece a sus padres el nombre que le dieron: Paloma.
Quiero concluir con este pensamiento de André Breton:
“El amor recíproco, el único que podía interesarnos, es el que pone en juego lo inhabitual de la práctica, la imaginación de lo banal, la fe en la duda, la percepción del objeto interior en el objeto exterior”.
Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora y columnista.
La nota se publica en este blog con autorización de la autora
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