viernes, 8 de octubre de 2021

Escritora invitada: Susana Grimberg

 La pandemia, la hipocondría y la adicción a los fármacos.

“Mi tía Sara es hipocondríaca. Antes iba al médico porque le dolía el hígado. El médico le explicó que la mayoría de las enfermedades del hígado no traen dolor. Ahora va al médico cada vez que no le duele el hígado”. Rudy-Elihau Toker.

La hipocondría


Después de leer en INFOBAE, en una nota de Melisa Murialdo, del 5 de Octubre de 2021, que la venta de psicofármacos había crecido cuatro (4) veces más que la de los medicamentos en general y que sin receta, en los hombres había subido un 31,7% y que en las mujeres, 14,2%, siendo la ansiedad y el stress las causas más frecuentes, decidí volver a pensar la cuestión de la hipocondría, floreciente en nuestro tiempo de pandemia y de desmentido perverso.

Instalada hace ya más de un año, la “normalidad pandémica” implicó efectos colaterales para gran parte de la población a nivel mundial. Adultos jóvenes y niños sufrieron las distintas consecuencias del aislamiento y la incertidumbre de un coronavirus que siempre parece estar cerca de terminarse y, nuevamente, vuelve a mutar y a generar dudas.
Retomando el chiste, hay muchísima gente que sufre de hipocondría, ese miedo irracional a enfermarse, agravado por el aislamiento, la incertidumbre y el quiebre de expectativas respecto de un futuro mejor.

Podría haber dicho que padece porque el mismo término lo ubica en el lugar del paciente, que es el que padece y que espera, pacientemente, que el médico de guardia descubra qué tiene y qué es lo que lo hace padecer.

Insisto: cualquier molestia orgánica o dolor ocasional es suficiente para que el sujeto hipocondríaco tenga la certeza de padecer una enfermedad terminal con la amenaza de una muerte cercana. Encima, la posibilidad de morir por Covid, ha deteriorado la salud mental de la gente, independientemente del sexo y la edad.

Si bien, la hipocondría es un trastorno psicológico que dificulta la vida laboral del paciente, aunque lo haya perdido o no, afecta a su vida afectiva, perturba su entorno social y obstaculiza cualquier otra actividad que habitualmente realiza, la hipocondría se ha extendido más que en cualquier otro momento de la historia.

La hipocondría y la incomprensión respecto del tema

Es llamativo que Freud haya escrito tan poco sobre la hipocondría. Sin embargo, en 1915, Freud dio una definición aforística: “la hipocondría es “el estado de enamoramiento de la propia enfermedad”, no sin admitir que el tema estaba “suspendido en la oscuridad” y era objeto de “meras suposiciones”.

Finalmente, Sigmund Freud relacionó la hipocondría con la neurosis de angustia, en la cual, el sujeto, al no poder poner palabras al conflicto o a los conflictos que lo perturban, los manifiesta a través de su propio cuerpo.

Quiero subrayar que el sujeto hipocondríaco está convencido que está enfermo, aunque los médicos le aseguren que su estado de salud es óptimo. En realidad, aunque se trate de un temor infundado, se lo experimenta pese a no tener diagnóstico alguno que lo avale.

En realidad, la hipocondría se exterioriza, al igual que la enfermedad orgánica, con sensaciones corporales penosas y dolorosas, y coincide también con ella por alejarse de los objetos del mundo exterior además de concentrarse en el órgano que supone enfermo.

A cualquier síntoma que generalmente es producido por el estrés, emociones fuertes, agotamiento físico, enfermedades agudas, intoxicaciones, accidentes traumáticos, surmenage intelectual, muchas de estas personas lo atribuyen a enfermedades graves; y esos pensamientos les crean la necesidad imperiosa de tomar medicamentos.

En tiempos sin pandemia, los pacientes solían presentar su historia clínica de manera muy detallada y extensa siendo frecuentes la presencia de «peregrinaciones médicas» (doctor shopping) y el deterioro de la relación médico-paciente, con frustración y enojo por ambas partes.

Por otra parte, también hay casos en que ni siquiera se animan a consultar a un médico por temor a confirmar sus sospechas más temidas.

De todas maneras, no hay que olvidar la medicalización estimulada por la alianza médico-industrial, ocupa un lugar privilegiado en el sistema productivo y sus objetivos distan de coincidir con los problemas de salud más relevantes. En su libro “Los inventores de enfermedades”, el autor Jörg Blech, científico y periodista, desarrolló este tema en profundidad e insistió con que se inventan problemas para aplicar los últimos remedios disponibles.

En realidad, el hipocondríaco, que se siente muy vulnerable, es vencido por su propia sugestión. La misma, aumenta su ansiedad y el dolor, haciendo que su percepción sea tan real como la de una enfermedad verdadera. El paso siguiente, va a ser acudir a la farmacia para comprar los remedios que le calmarán el dolor (analgésicos) y la ansiedad (psicofármacos), siendo muchos de ellos adquiridos sin receta médica.

Efectos posibles de los fármacos.

La pandemia mental, la otra pandemia, será tal vez el saldo más negativo que dejará el nuevo coronavirus a la sociedad contemporánea.
Por ese motivo, considero conveniente saber sobre algunos de los efectos adversos de los fármacos que se tomaron y se toman, para contrarrestar el temor que continúa despertando la pandemia del Corona virus.

Por ejemplo, el Clonazepam, que puede producir somnolencia, vértigo, altibajos emocionales, alteraciones de coordinación, problemas de memoria, aumento de la salivación, dolor muscular o articular, problemas de visión, pérdida del equilibrio, cambios en el deseo o capacidad sexual y otros síntomas.

O el Alprazolam que se usa para el tratamiento de trastornos de la ansiedad, trastornos de pánico y de ansiedad, entre sus efectos están: somnolencia, dolor de cabeza, estreñimiento, boca seca, alteración de la coordinación, cambios en el apetito, fatiga, deterioro de la memoria, ansiedad, trastornos en el ritmo cardiaco, insomnio, aturdimiento, dificultad para focalizar la atención, náuseas, vómitos o diarrea.
Quiero concluir con esta enseñanza de Sigmund Freud:

“Las amenazas a nuestra autoestima o la idea que nos hacemos de nosotros mismos, causan con frecuencia mucha más ansiedad que las amenazas a nuestra integridad física”.


Con esta ironía de Woody Allen:

“El miedo es mi compañero más fiel, jamás me ha engañado para irse con otro”.
Y con este pensamiento también de Woody Allen:

"No le temo a la muerte, sólo que no me gustaría estar allí cuando suceda".

Susana Grimberg. Psicoanalista, escritora, ensayista y columnista
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1 comentario:

  1. Te agradezco mucho, querida Silvia, por darme un lugar en tu excelente blog!

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