viernes, 1 de octubre de 2021

Leyenda del irupé

 El irupé (victoria cruciana) es una planta acuática que se cria en las aguas profundas y tranquilas del Paraguay y de la Mesopotamia argentina. Sus hojas, que pueden llegar a medir hasta dos metros de diámetro, están dotadas de un reborde de unos seis centímetros que impide que el agua las penetre y puedan sostener grandes pesos, por lo que es común ver a las aves reposando en ellas y aún a pequeños mamíferos, especialmente en los períodos de inundación. La parte superior de las hojas es de un verde brillante, mientras la inferior es rojiza y está surcada por una red de nervaduras. Las hojas están sostenidas por un largo peciolo que las une a un rizoma sumergido. Las flores son grandes y de pétalos blancos que poco a poco van tornándose rojizas con el correr de los días. El fruto recibe el nombre de 'maíz del agua' y contiene numerosas semillas que pueden comerse tostadas.

Según algunos autores, 'irupé' significa 'plato sobre el agua'; para otros, y esta es la etimología que reputamos más acertada, viene de 'pe' (chato) , significando lo chato que trae el agua.

La leyenda dice así:

'Erase una doncella bellísima que se enamoró de la luna. La cuitada languidecía con su amor sin esperanzas, mirando al astro de la noche esparcir su pálida luz desde la altura .

Un día, llevada por la fuerza de su pasión, se determinó a buscar a su celestial amante. Subió a los árboles más altos e inútilmente tendía los brazos en busca de lo inalcanzable. A costa de grandes fatigas trepó a la montaña, y allí, en la cima estremecida por los vientos esperó el paso de la luna pero también fue en vano.

Volvió al valle suspirosa y doliente, y caminó, caminó para ver si llegando a la línea del horizonte la podía alcanzar. Y sus pies sangraban sobre los ásperos caminos en la búsqueda de lo imposible.

Sin embargo, una noche, al mirar en el fondo de un lago se vio reflejada en la profundidad y tan cerca de ella que creía poder tocarla con las manos. Sin pensar un momento se arrojó a las aguas y fue a la hondura para poder tenerla. Las aguas se cerraron sobre ella y allí quedó la infeliz para siempre con su sueño irrealizado.

Entonces Tupá, compadecido, la transformó en irupé, cuyas hojas tienen la forma del disco lunar y que mira hacia lo alto en procura de su amado ideal.'"

(Ayala Gauna, Velmiro. La selva y su hombre, Rosario, Librería y Editorial Ruiz, 1944)

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